Diario espiritual,  Reflexión

Tres cruces en Golgota

La idea de esta mañana salió después de una meditación devocional sobre el día de la crucifixión de Jesús. El texto nos invitaba a mirar los sufrimientos y muerte de Jesús de una nueva perspectiva, una que nunca habíamos pensado. Obviamente, como cualquier buen devocional, no te da la respuesta, sino te pone preguntas que te ayudan a pensar. Lo que me sorprendió fue que en vez de ir por el camino que las preguntas me indicaban, mi mente se dirigió en otra dirección, cercana, pero diferente.

El intento de la meditación era enfocarme en la lista muy larga de todos los sufrimientos de Jesús: los dolores, la humillación, la injusticia, la maldad de los hombres, el peso de la cruz cargada de nuestros pecados, la muerte… He seguido a Jesús, en mi mente, pasando por todos los horrores, imaginándome el increíble sufrimiento. Mi corazón se llenó de miedo y dolor, de culpabilidad, de preguntas y sentimientos que no puedo expresar. He seguido en mi visión el camino del Calvario, la Golgota, hasta el lugar de Su ejecución. He mirado Su cruz, (cómo el texto me lo indicaba) y he intentado profundizar en mi mente y en mi corazón el entendimiento de Su agonía. Fue horrible!!!

Pero después pasó una cosa inesperada. En vez de contemplar la cruz de Jesús, en su cruda realidad, ( no en esa imagen decorativa que hoy en día nos llena el espacio visual con pequeñas cruces en un collar o pendientes, en una foto, en una película, o colgada en la pared, o encima de una iglesia…), he llegado a contemplar tres cruces! Porque habían dos condenados más a los lados de Jesús. Mi mirada imaginaria se fijó en estos dos: el Salvo y el Perdido.

Y me quedé impresionada con esta imagen. Es muy curioso como trabaja la mente: me acordé de una imagen que he visto en Instagram: el nombre de Jesús colgando en una cruz dibujada en una camiseta. Y de repente he visto dos nombres más colgados en las dos cruces a los lados: YO y TU. Un escalofrío pasó por mi espalda. ¿Cuál sería YO? y ¿Cuál serías TU?

Todos tenemos que llevar una cruz. Todos cargamos nuestras cruces con los pecados de toda la vida. Queremos o no, estos pecados nos condenan y, nos gusta o no, tenemos que padecer los sufrimientos de esta vida de pecado. ¿Pero en la hora de nuestra muerte seremos el Salvo o el Perdido? ¿Será el peso de nuestros pecados colgando en la cruz de Jesús, o en la nuestra? ¿seremos el del izquierda o el de la derecha? ¿ Cuál de nosotros será el que a dicho : «Señor, acuérdate de mí cuando vengas en Tu reino»? (Lucas 23:42)

¿Podríamos ser los dos, TU y YO también?

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